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martes, 11 de septiembre de 2012

Algunos apuntes sobre el periodismo investigativo


En primer lugar, es conveniente tener presente que, como ya lo han señalado maestros y teóricos del periodismo, todo buen periodismo es esencialmente investigativo, tiene en la investigación su base. Por lo tanto, se tiende a pensar que es una redundancia decir periodismo de investigación, porque todo periodismo es investigación.
No obstante, un criterio diferenciador sería considerar al “periodismo de investigación como aquel tipo de periodismo caracterizado por ser una actividad periodística en la que se intenta develar, poner de relieve, denunciar aspectos ocultos de un hecho o de una situación que algunas personas, fuentes o instituciones están interesadas en ocultar” (Gerardo Reyes: Periodismo de Investigación, 1996)
 Recordemos la expresión del veterano periodista estadounidense Robert Greene (1929-2008):
“Es el reporterismo que se realiza a través de la iniciativa y el trabajo del periodista, sobre un asunto de importancia que algunas personas u organizaciones desean mantener en secreto” (Citado en el libro de  G. Reyes).
 Una premisa básica del Periodismo de Investigación es que debe ser fruto del trabajo del reportero. Por lo tanto, no se pueden considerar trabajos de Periodismo de Investigación, aquellos basados en informes obtenidos de investigaciones realizadas por otras personas u organismos.
En fechas más recientes, la teoría del periodismo se ha decantado hacia el uso del término Periodismo Investigativo, precisamente para calificar y clasificar a esta práctica periodística que, como la caracteriza William Gaines en su libro Periodismo Investigativo (1994) es:
1)    “aquella que es producto del trabajo original del periodista, en contraposición a un informe sobre la investigación de una entidad pública; 2) aquella en la que haya existido algún intento de ocultar la información; 3) aquella que sea de importancia para el público”.

De los orígenes a los desafíos

Vinculado en su origen con la prensa industrial estadounidense de comienzos del siglo XX, las primeras expresiones de esta práctica periodística -centrada en casos de corrupción, abusos contra trabajadores, entre otros temas- fueron recibidas con desconfianza y descalificaciones por parte de sectores políticos y económicos, al punto que algunos de los periodistas de entonces recibieron la denominación peyorativa de “rastrilladores de estiércol” (muckrakers), que se le atribuye al presidente Theodore Roosevelt.

Bernstein y Woodward, los periodistas
del Washington Post que trabajaron
en el caso Watergate.

Fue precisamente en este país donde se produjo uno de los casos más paradigmáticos del llamado periodismo investigativo: el “caso Watergate”, en 1972. El trabajo de investigación periodística adelantado por los reporteros del diario The Washington Post, Robert Woodward y Carl Bernstein, sobre un escándalo de espionaje político que involucró directamente al Presidente de EEUU, Richard Nixon y lo llevó a su renuncia en 1974.
El expresidente de EEUU, Richard Nixon (1913-1994)

Este caso, que incluso fue llevado al cine (“Todos hombres del Presidente”, 1976),  así como otros tanto en Estados Unidos, Europa e incluso en Latinoamérica, contribuyeron a forjar lo que el periodista Robert Atwood llamó el “aura de leyenda” alrededor del periodismo investigativo pero que en modo alguno da cuenta de una actividad que en su mejor expresión debería ser asumida como una actividad, “un modo de trabajar constante, enrollado en nuestras vidas profesionales del día a día, e inspirado en una manera de mirar y analizar la sociedad que nos rodea”, como escribió Atwood.

La investigación de la periodista chilena Patricia Verdugo
abrió el camino para enjuiciar a Pinochet.

También cabe destacarse la investigación que por casi veinte años llevó adelante la periodista chilena Patricia Verdugo y que hizo posible abrirle juicio al exdictador augusto Pinochet por la llamada “Caravana de la muerte” en la cual fueron asesinados 72 ciudadanos de manos de militares chilenos luego del Golpe de Estado en 1973. Su investigación periodística, recogida en el libro Los Zarpazos del Puma (Chile, 1989) llevó a Pinochet y otros militares al banquillo de los acusados por crímenes de lesa humanidad.
Por otro lado, están los trabajos radicalmente retadores como los del veterano periodista alemán, Günter Wallraff (http://www.guenter-wallraff.com/), quien con sus investigaciones nada convencionales, puesto que apela al lado controvertido de la reportería (disfraces, encubrimiento de su identidad, etc.), ha desnudado el poder mediático e industrial de su país (El periodista indeseable, 1979), así como ha denunciado las condiciones de explotación de minorías inmigrantes (Cabeza de turco, 1985). Este tipo de práctica, que se conoce como “periodismo de inmersión” (missrepresentation), y que como bien explica Robert Atwood en la introducción del libro Métodos de impertinencia (2010), resulta éticamente inconveniente, puesto que “implica mentir, expone al periodista a represalias y genera una ruptura en la relación  de transparencia que debiera existir entre el reportero y la sociedad”. No obstante, el propio Atwood sostiene que hay situaciones en las que se justifica, “en su mayoría cuando se trata de investigaciones sobre estafas al público que uno puede constatar solamente como afectado”. Son diversos los trabajos periodísticos que apuntan en este sentido y que tienen en Günter Wallraff una referencia, pero que de alguna manera suponen un dilema, una disyuntiva ética presente en el periodismo investigativo. No es poca cosa esto que Luis Miguel Carriedo, llamó “El disfraz del periodismo”:

El periodista alemán Günter Wallraff

Pero más allá de la perspectiva heroica que puede otorgarse al periodismo de investigación, este puede realizarse para abordar una gama prácticamente infinita de temas que no se circunscriben sólo a la corrupción y el abuso de poder, pues como señala Atwood, “sus principios y métodos pueden aplicarse perfectamente a temas de menor envergadura, los que no necesariamente pueden tumbar un gobierno, salpicar la imagen de algún político nacional o figurar en la primera página de un diario, pero que de igual forma tienen vital importancia para el público o un sector de él”.
Por tanto, los periodistas investigativos no son sino periodistas. No son héroes, ni fiscales, ni detectives. En palabras del periodista español Miguel Ángel Nieto:
“Son periodistas, mujeres y hombres enamorados perdidamente de su oficio que tuvieron la audacia de estar en el momento preciso en el lugar adecuado. Y por eso tuvieron la suerte de que los grandes temas les tocaran a ellos y no a otros. Y además fueron obstinados y supieron dudar y sospechar de aquello que silenciaba el poder. Y se atrevieron a investigar. Aguantaron las amenazas, resistieron los sobornos y fueron independientes incluso de las empresas que a fin de mes les pagaban”.

Los riesgos y limitaciones del periodismo investigativo


“¿Tiene la prensa el derecho a recurrir a cualquier medio para lograr una noticia? ¿El fin siempre justifica los medios? ¿O hay límites éticos que deberían ser considerados por los periódicos?” se preguntaba Don Pember, catedrático emérito de la Universidad de Washington (EEUU), quien califica este tipo de reporterismo como “Periodismo Macho”.
A lo anterior cabe sumar lo expuesto por Greene, ya citado en el libro de Gerardo Reyes (1996):
“El peor enemigo del periodismo de investigación no es el director del periódico amedrentado o el presidente represivo o el ultrajado anunciante, ni siquiera el juez parcializado. Es el mal periodismo de investigación”.
Estas serían algunos de los riesgos que pueden afectar periodismo investigativo:
-        La “denunciología”. La denuncia sin base, sin confirmación ni sustento.
-        Poco control por parte del periodista en la investigación, lo que lo lleva a confiar y a depender de sus fuentes y en ocasiones estas no son ni tan confiables ni tan inocentes.
-        Violar la privacidad de las personas en nombre del “interés común”.
-        Los alcances éticos de la investigación periodística: ¿el fin justifica los medios? (uso de cámaras y grabadores ocultos, uso de nombres y datos falsos por parte del periodista).


De allí la exigencia de que el periodista mantenga su independencia, entendida en un doble sentido, como escribe Montserrat Quesada, catedrática de la Universitat Pompeu Fabra, España, en su libro La investigación periodística (1987):
“Por un lado, el periodista debe desarrollar su trabajo liberado de todo tipo de compromisos ajenos al medio en el que trabaja que en un momento dado puedan limitarle su labor.(...) Por otro lado, las indeseables dependencias que el periodista investigador debe eludir en su trabajo no son solamente de orden político o simpatías ideológicas (sino también de sus compromisos laborales con empresas u organismos)”.
Bien lo pone de relieve el maestro Javier Darío Restrepo, cuando sostiene que los valores éticos de la investigación periodística (incluido el periodismo de investigación), independientemente de su naturaleza, “son los que se requieren para ser un buen periodista”. Y ofrece a continuación una síntesis de lo que se le exige:
a) “Compromiso con la verdad. Que es algo distinto del amor por la verdad, o de la pasión por la verdad. Se trata de algo más exigente: la entrega de todas las posibilidades del periodista en beneficio de la verdad. Además de esa entrega, buscar la verdad supone valentía; en muchos casos, el sacrificio de los propios intereses y la tenacidad para seguir una pista o para documentarse, y la capacidad de indignarse ante la injusticia o ante la crueldad”.
b) “La independencia, o ruptura de las dependencias, o de las obsecuencias, y temores ante el poder. Este se subordina a la intención de ofrecer al lector todos los datos sobre el hecho investigado, mientras el miedo y los intereses propios se someten a control. A su vez, la búsqueda de favores o de poder, desaparecen ante el propósito fundamental de ofrecer la verdad de los hechos al lector, a pesar de la oposición o las presiones de quienes rechazan la publicación de la noticia o de la investigación”.
c) “La responsabilidad frente a la sociedad. Una investigación periodística es una respuesta que el periodista le da a la sociedad que tiene el derecho de conocer todo lo que concierne al interés público. La investigación periodística no se hace para vender periódicos u obtener rating, ni para ganar premios de periodismo, ni para consolidar un poder. Se investiga porque así se sirve al derecho fundamental de conocer; porque el conocimiento completo permite decisiones acertadas y libres”.
Para ver en detalle estas ideas de Restrepo, véase su sección Consultorio ético, en el sitio de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI):  http://www.fnpi.org/consultorio-etico/consultorio/
Pero así como nos hemos referido a algunos riesgos y dilemas del periodismo investigativo, vale la pena destacar otros aspectos que igualmente inciden en la labor profesional de quienes se dedican a este tipo de trabajos periodísticos, como son el acceso y la relación con las fuentes; los riesgos de censura y autocensura por la vía de presiones y amenazas a la integridad, la vida del periodista y de sus familiares o allegados; y el acoso legal por la vía de demandas y acciones legales en su contra.


En el caso venezolano, tanto estudiosos del tema como los propios periodistas que se dedican a esta labor destacan las severas restricciones para acceder a las fuentes, especialmente las oficiales. Robert Atwood lo observaba hace unos años: “Obviamente, el marco legal para el acceso a la información no es óptimo en Venezuela. Aunque la Constitución de 1999 garantiza el acceso a la información pública, este derecho aún ni ha sido reglamentado”. Del mismo modo, puede señalarse la limitante del marco jurídico que en países como el nuestro incluyen los llamados “delitos de desacato”, como lo advertía hace unos años el periodista Gerardo Albarrán, creador y director del sitio Web Sala de Prensa (http://www.saladeprensa.org/): El periodista latinoamericano ni siquiera está exento de los mismos riesgos jurídicos que enfrentan sus colegas estadunidenses o europeos: nuestras legislaciones también sancionan calumnia y difamación por la vía civil, pero también por la vía penal”.

Una garantía de calidad de la información…de la democracia

El periodismo de investigación es una garantía de calidad en la labor profesional de los periodistas y de los medios mismos.
El trabajo del periodismo de investigación debería ser una decisión editorial del medio informativo, en tanto requiere inversión de tiempo y de recursos. Medios y periodistas cumplen así con su papel social.
Es también, cuando se asume como una decisión editorial del medio, mediante la creación de unidades o departamentos de periodismo de investigación, una  garantía de calidad en los contenidos.
Al sacar a la luz aspectos que personas o instituciones interesadas en que se mantengan ocultos, el periodismo de investigación, procura “hacer las cosas más transparentes en una sociedad”, tal y como lo destaca el profesor de la Universidad Católica Andrés Bello, Andrés Cañizález.
Coordinador del libro Ojos frescos y bien abiertos (2006), Cañizález defiende la vigencia del periodismo de investigación especialmente en contextos como el venezolano, donde buena parte de la labor reporteril se reduce a la reproducción de los que las fuentes están interesadas en divulgar. “Bajo estas circunstancias cobra vigencia la necesidad de un periodismo que elabore una agenda propia y tenga muy clara su responsabilidad para con la sociedad y el sistema democrático”.
En países como los nuestros,  el periodismo investigativo es una suerte de vacuna contra los abusos del poder, la corrupción y la escasa transparencia informativa de gobiernos y poderes políticos y económicos. Ya lo escribió Mauricio Waisbord en su texto “Por qué la democracia necesita del periodismo de investigación” (2001):

Al igual que en otras regiones del mundo, el valor principal del periodismo de investigación para las democracias latinoamericanas es su contribución a una creciente responsabilidad política. Esto es especialmente importante, ya que se considera que la debilidad de los mecanismos de rendición de cuentas es uno de los problemas más graves a que se enfrentan las democracias de la región. El letargo, ineficacia e insensibilidad institucionales a las necesidades públicas legítimas se citan con frecuencia como una debilidad importante. La existencia de empresas noticiosas comprometidas al periodismo de investigación ha llegado a ser sumamente importante. Aun cuando otras instituciones no han verificado las revelaciones de la prensa o no han realizado sus propias investigaciones, la prensa ha mantenido vivas las alegaciones de conducta ilegal o poco ética y, a la postre, en algunos casos, ha forzado a los organismos legislativo y judicial a actuar.

El periodismo de investigación es una necesidad urgente en democracias y sociedades en crisis, como la nuestra, es una vía para develar los desvíos y los excesos del poder.
Bien lo señala Montserrat Quesada (1987):
“El periodismo de investigación (...) convierte a la prensa y a los medios de comunicación en general en representantes legales de los intereses de los ciudadanos y, en este sentido, una de sus funciones prioritarias va a ser la de profundizar en las actividades que lleve a cabo la administración pública y que afectan a amplios sectores de la sociedad”.
El periodismo investigativo sirve para mantener vivo el papel del periodismo como vigía, como un oficio que se caracteriza por preguntar a la vida, por atender a sus latidos.

Referencias

- Albarrán de Alba, Gerardo (Coord.) (2001). “Diferencias en el periodismo de investigación en Estados Unidos y Latinoamérica”. Revista Razón y Palabra.  Número 22, año 6, mayo - julio. Especial de Sala de Prensa para Razón y Palabra. Disponible en:
- Cañizález, Andrés (Coord.) (2006). Ojos frescos y bien abiertos. Apuntes sobre periodismo de investigación. Caracas: Ipys.
- Castejón, Enrique (1992). La verdad condicionada. Caracas. Corprensa.
-     - Gaines, William (1996). Periodismo investigativo. Para prensa y televisión. Bogotá: Tercer Mundo Editores.
- Nieto, Miguel Ángel (1997). Cazadores de noticias. Así se descubrieron los grandes escándalos de la democracia. España: Ediciones temas de hoy.
- Quesada, Montserrat (1987). La investigación periodística. Barcelona. Edit. Ariel.
- Reyes, Gerardo (1996). Periodismo de Investigación. México. Edit. Trillas.
- Varios Autores (2010). Métodos de impertinencia. Mejores prácticas y lecciones del periodismo investigativo en América Latina. Caracas: IPYS.
- Verdugo, Patricia (1989). Los zarpazos del puma. Santiago. Ediciones ChileAmérica Cesoc.
- Waisbord, Silvio (2001). “Por qué la democracia necesita del periodismo de investigación”. Revista Razón y Palabra.  Número 22, año 6, mayo - julio. Disponible en:
- Wallraf, Günter (1979). El periodista indeseable. Editorial Anagrama, Barcelona.

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